Parece increíble pero el tema del suicidio sigue persiguiéndonos. Hoy 8 de julio leo en el mundo digital:
“La crisis dispara en un 8% los suicidios en España”. Más suicidios en Europa. Este es el saldo de la crisis económica en los estados miembros de la UE, según detallan científicos británicos en una carta que se acaba de hacer pública. Aunque el golpe parece haber sido especialmente duro para España.”
El estudio, aunque recién publicado, analiza datos del comienzo de la crisis, del año 2008 pero los resultados probablemente sigan vigentes. ¿Qué está ocurriendo? ¿Debemos atribuir este aumento de suicidios al deterioro de las posibilidades económicas de las familias? ¿Al paro consecuencia de esta crisis?
No dudo de que sean factores importantes pero no son los únicos. Hace ya unos años, durante la carrera, recuerdo que las profesiones con mayor índice de suicidio en Estados Unidos eran la odontología, la psiquiatría y el trabajo en peajes de autopistas. Nunca leí nada al respecto pero tengo la sensación de que en los tres casos, el denominador común está relacionado con la comunicación. Los dentistas hablan pero sus pacientes con la boca abierta no contestan, los psiquiatras escuchan a sus pacientes pero no pueden hablar de sus vidas, hacerlo incluso supondría interferir en el tratamiento, y en el caso de los operadores de peajes, su comunicación se reduce a un hola y un adiós que debe de hacerles sentir totalmente incomunicados. Se trata de una sensación. La misma que me dice que si nos comunicáramos mejor muchos de estos suicidios podrían prevenirse.
Las crisis económicas, los desastres naturales, las pérdidas de seres queridos, de trabajos, todas ellas suelen ser una parte de la vida de cada uno de nosotros. Son situaciones de estrés que se presentan, a menudo de forma inesperada y que nos invaden dejándonos débiles. Sobre todas estas situaciones no podemos actuar pero sí que podemos buscar suficientes recursos para enfrentarnos a todas ellas. Por “recursos” entiendo el apoyo que encontramos en nuestras parejas, nuestras familias, nuestros amigos o compañeros de trabajo en forma de comunicación. Si hablamos de lo que pensamos y de lo que sentimos nos encontramos mejor. Hacemos saber a los demás cuales son nuestras necesidades y descargamos angustia. No hace falta que nos den soluciones. El mero hecho de hablar y ser escuchados es terapéutico. El sentirse queridos y aceptados, el sentirse que uno pertenece al grupo aumenta la autoestima y la seguridad ante las adversidades.
Siendo este un blog de salud en la empresa deberíamos de puntualizar que la empresa forma parte de ese grupo de referencia en el que se puede encontrar el apoyo necesario o la mayor alienación. Cuando uno se siente identificado con su trabajo y con la empresa en la que trabaja, gana seguridad en sí mismo. Los compañeros de trabajo, aun sin necesidad de formar parte de nuestro grupo más íntimo, hacen que nos sintamos bien y parte de algo. Todos sabemos que si las relaciones laborales son malas y si no nos sentimos identificados con nuestro trabajo y nuestra empresa, somos menos felices y nos estresamos con mayor facilidad.
En periodos de crisis es más fácil sentirse obligado a permanecer en un trabajo o una empresa que no nos gusta. Después de todo, es mucho más difícil escoger y nadie quiere arriesgarse a no encontrar un sustento y engrosar las listas del paro. Sin embargo una vez más repito, si no podemos cambiar algo, aceptemos lo que tenemos y hagamos de ello algo útil que nos aporte felicidad. Al mal tiempo buena cara. Saquemos lo mejor de lo que nos toca y no gastemos energía luchando contra lo que no se puede cambiar. Cuanto bien nos hará ser conscientes de ello, rendir lo más posible en nuestros trabajos, hablar sobre nuestras preocupaciones y frustraciones y seguir haciendo lo que haga falta para no deprimirnos y no formar parte de las feas estadísticas que hoy nos presenta un estudio en la prensa. Recordemos que detrás de esos números hay vidas y personas que sufren.
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