Hay palabras que están en desuso. Por ejemplo yo ya no
escucho rebeca (usamos chaquetas) o “apearse del autobús”, nos bajamos de él.
La mayoría de ellas las dejamos de usar porque tenemos sustitutos. Hay otras,
sin embargo, que desaparecen porque ya no las necesitamos. Hace cuanto que no
escuchamos la palabra “maravillarse”. Personalmente desde aquello del “… y como
me la maravillaría yo, hay como me la maravillaría yo….” no he vuelto a
escuchar la palabra. ¿Por qué? Muy sencillo, porque con la excepción de los
niños, hoy rara vez nos maravillamos ante algo. Quizás ante alguna obra de arte
o espectáculo, pero rara vez. Es triste porque maravillarse ante algo está
relacionado con la curiosidad, la aventura, la novedad, la creatividad, el aquí
y el ahora. Insisto, nos quedamos con no asumir riesgos, no probar cosas
nuevas, con el constante miedo a ser diferentes y a equivocarnos. Con la
inseguridad (baja autoestima) y el asegurarnos de que nadie es mejor que
nosotros criticando todo aquello que se sale de la “normalidad” y atacando al
que se equivoca. Y si todo es igual… ¿Quién se va a maravillar? Solo depende de
nosotros. Busquemos maravillarnos y como bombillas dejaremos de brillar a 40
vatios para brillar a 200. Maravillarse cada día afecta nuestra actitud en el
trabajo y en casa y solo requiere parar para prestar atención.
(También es cierto que al contrario hay palabras que
aparecen en nuestro vocabulario incluso antes de que la real academia las
acepte. El término “procrastinar” del inglés “procrastinate” o dejar para
mañana lo que podemos hacer hoy, es cada vez más usado. ¿Triste no?)